A pesar de que hay varias rutas desde Ramos Arizpe al Centro de Saltillo, a ciertas horas pico (me refiero a entre las seis y media y las ocho de la noche), es imposible hacer menos de una hora de trayecto. El tráfico es intenso y los conductores suelen tomar decisiones desesperadas.
No es de extrañarse. Después de la semana laboral, el pesado trabajo en planta o el encierro en oficina, la gente quiere llegar a descansar a sus casas, o a reuniones con amigos y familiares, o a emprender el turno nocturno.
Las filas entre distribuidores viales se vuelven un suplicio ante vehículos que avientan la carrocería frente a cualquier incauto que no va pegadito a quien tiene por delante. Da coraje ver cómo la gente de esta creciente ciudad aún no tiene una cultura vial de respeto mutuo y más que dirigirnos hacia ese camino (utópico tal vez) nos encaminamos a actitudes de ciudades cercanas donde salir en coche es una aventura vertiginosa.
Pero no todo es pesar en esta ciudad creciente. Una instancia que también crece, y crece para apagar esa ansiedad que atormenta a nuestros ciudadanos, es la cultura.
Sí, tenemos más tráfico, pero también tenemos, ahora, dos orquestas. Una sinfónica y una de cámara. Me refiero a la Orquesta Metropolitana de Saltillo, la OMSA, que la pasada noche del 17 de mayo, dio su Concierto inaugural.
El concierto se llevó a cabo en el Museo de las Aves, en viernes, a las ocho de la noche.
El programa de mano consistía en un código Qr, muy completo, con semblanza de la directora Natalia Riazanova, el solista Arody García, y la propuesta que trae la orquesta de cámara. El texto incluía notas al programa, o sea, una breve introducción contextual a cada pieza.
Tocaron obras de Edvard Elgar, Antonio Vivaldi, Vasili Kalinnikov, Edvard Grieg, y Dimitri Shostakovic para el encore.
El público respondió bien. Apenas quedaban asientos en las últimas filas y una que otra islita en el centro.
El ensamble sonaba bien armado, se movía en conjunto. Tuvo buena proyección de sonido.
Tal vez ayudaría trabajar en la iluminación del escenario, a menos que se le apostó a dar un ambiente decimonónico de taberna y no me di cuenta pues, a juzgar por los vestidos elegantes de algunas artistas, los focos de los atriles y el histrionismo de la directora, había un aire de grandilocuencia y elegancia.
Al final del programa de mano, venía una lista de los implicados de la Orquesta. Entre sus filas cuenta con ocho profesionales de la música, todos ellos atrilistas de la Filarmónica del Desierto, y entre ellos tres maestros de la Superior de Música de nuestra Universidad; dos egresados dedicados a la docencia y a otros proyectos culturales; y para acrecentar el vínculo con la Escuela de Música, la Orquesta Metropolitana cuenta con siete alumnos destacados que cursan sus estudios profesionales.
Aparte, la Metropolitana suma un equipo administrativo de siete elementos.
Estas filas denotan un admirable esfuerzo por los integrantes así como por los subsidiarios.
Esperemos que esos esfuerzos perduren, para que nuestra ciudad que, como ya dejé claro, ya es una ciudad grande, cuente con este nuevo pilar de la cultura y las artes.
Ojalá duren, pues el tráfico ya no se va.