La Orquesta Metropolitana de Saltillo, un debut que apunta hacia las alturas

Orquesta Metropolitana de Saltillo

Orquesta Metropolitana de Saltillo

24/05/2024

El debut para un músico o un conjunto formado por ellos representa un desafío en el que se escribirá el derrotero inmediato del debutante. Si llega preparado, con una sólida técnica y solvencia musical, además de una férrea preparación, se puede asegurar el beneplácito y aceptación del público y un promisorio panorama en el orbe musical.

Se sabe de debuts exitosos que han catapultado a nóbeles intérpretes cuya suerte no los favorecía por razones de variada índole. Por ejemplo, el caso del legendario Leonard Bernstein, que de joven nadie lo tomaba en serio, hasta que sustituyó en el podio al consagrado director de orquesta Bruno Walter, que había caído enfermo, impidiéndole dirigir a la celebérrima Orquesta Filarmónica de Nueva York en un concierto de temporada en 1943. Bernstein tenía 25 años. El desenlace de este incidente en la historia contemporánea de la música es de sobra conocido.

Guardando las debidas distancias y proporciones, la Orquesta Metropolitana de Saltillo no sustituyó a ningún otro ensamble orquestal la noche de su debut, 17 de mayo, en la que se presentó por primera vez ante el público saltillense que abarrotó la sala de conciertos del emblemático Museo de las Aves, en un concierto que tituló Cuerdas libres.

La agrupación de cuerdas, dirigida por su fundadora y directora, la maestra Natalia Riazanova, mostró al público un inusitado grado de madurez y estatura interpretativa lograda por la conjunción de elementos profesionales (miembros de la Orquesta Filarmónica del Desierto), músicos egresados de la Escuela Superior de Música y estudiantes avanzados de la mencionada institución.

Natalia Riazanova

La experiencia musical de la maestra Riazanova como violinista y directora de carrera, incidió en el potencial de los cuerdistas de la OMSA logrando una ejecución vibrante, plena de energía, balance sonoro entre sus secciones, todo esto en un exquisito programa, conformado por piezas compuestas para este tipo de ensamble.

Abrir con la Serenata para cuerdas del compositor inglés Sir Edward Elgar (1857-1934) fue un acierto, porque la elegancia melódica impresa a lo largo de sus tres movimientos, la textura armónica como su refinada elaboración temática mostraron a la OMSA sortear todas las dificultades camerísticas de esta pieza con relativa facilidad.

El solista invitado en esta noche de debut fue el multigalardonado guitarrista lagunero Arody García, que interpretó el Concierto para guitarra y orquesta en Re mayor de Antonio Vivaldi (1678-1741). En esta pieza, una de las más populares del compositor italiano, la OMSA logró con creces atenuar su energía para abordar el papel de acompañante, adelgazando las dinámicas (pianos, fortes, sforzandos, etc.) y acompañando al solista en los elaborados pasajes llenos de ornamentación barroca. Aunque no dejó de resultar un poco extraño el volumen sonoro de la orquesta en esta pieza concertante, porque la orquesta original en la época de Vivaldi era mucho más pequeña, no rebasaba la docena de instrumentos.

La OMSA dio un salto en el tiempo al interpretar posteriormente la Serenata del ruso Vasili Valínnikov (1866-1901). La Serenata, compuesta en un solo movimiento, data del año 1891, y muestra la pericia de Kalínnikov para elaborar imbricadas melodías de suma belleza. Recuerda mucho a su compatriota Tchaikovski, uno de los grandes melodistas de todos los tiempos. Dada el grado de dificultad de esta joya camerística se pudieron percibir algunas imprecisiones rítmicas en las cuerdas graves (chelos y contrabajos), así como unas leves desafinaciones (los violines ligeramente bajos de tono) que no mermaron ni demeritaron la versión que la OMSA ofreció.

La maestra Riazanova explicó al público que esta Serenata se estaba interpretando por segunda vez en nuestro país. La pieza con que cerró el concierto inaugural de la OMSA fue la Suite Holberg, Op. 40 del compositor noruego Edvard Grieg (1843-1907). A lo largo de los cinco movimientos, o danzas, la OMSA hizo gala de un sonido robusto, lleno de energía, de fraseos sólidos y amplios. El ritmo en algunas de sus danzas (el Rigaudon, último movimiento), sufrió de un tempo un cuanto tanto desbocado que, sin embargo, no afectó las articulaciones ni las arcadas de las cuerdas.

Al final el conjunto de cuerdas ofreció un encore: el Vals de la Suite de Jazz no. 2 de Dimitri Shostakovich. Larga vida a la OMSA. El agradecimiento al Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, a la Escuela Superior de Música y a la Universidad Autónoma de Coahuila por alentar y patrocinar a esta naciente agrupación orquestal.

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