El tercer concierto de la Metropolitana de Saltillo reunió las composiciones de dos legendarios autores, uno del barroco y otro del tango contemporáneo
La Orquesta Metropolitana de Saltillo (OMSA) sigue sin decepcionar, y en su tercer concierto no solo interpretaron un clásico y se aventaron el reto de una obra poco conocida, sino que lograron abarrotar el recinto y hacer que el público amara esa composición tan compleja.
En el marco de la Fiesta Internacional de las Artes FINA 447, este miércoles por la noche la orquesta de cámara dirigida por la maestra Natalia Riazanova llenó a reventar el Museo de las Aves de México con el concierto “Las 8 estaciones: Vivaldi – Piazzolla”, donde presentó dos trabajos inspirados por los mismos elementos pero con siglos de distancia y estilos muy diferentes.
Con una fila que dio la vuelta al estacionamiento del museo —y continuó fuera del mismo, para quienes llegaron más tarde—, la sala no tardó en llenar y el concierto inició puntual, con una explicación por parte de la también violinista, en la que dejó claro la dinámica en la que se interpretarían esa noche “Las 4 estaciones” de Antonio Vivaldi y las “Estaciones Porteñas” de Astor Piazzolla.
Tres solistas, el maestro Carlos Suárez Morejón, su hijo Carlos Suárez Nordet y la propia Riazanova, tocaron de forma intercalada los ocho conciertos de manera que el público pudo escuchar, y comparar, las dos primaveras, los dos veranos, los dos otoños y los dos inviernos.
Suárez Nordet fue el primero en enfrentarse al escenario, con la Primavera de Vivaldi, seguido por su padre en la versión porteña. El público se mostró atento, tomando solo unos momentos para capturar en foto o video y volviendo su atención a la acción en escena, para llenar de aplausos el recinto al término de cada obra —o entre movimientos, si la emoción lo ameritaba—.
Con su habitual forma de interactuar con los presentes, Riazanova introdujo con carisma cada obra, hasta llegar al Otoño Porteño, que describió como “muy perro” ante la dificultad que presenta en sus solos de violín y chelo, el último de los cuales quedó en manos de otro miembro de la familia Suárez, Daniel Suárez Nordet, quien no decepcionó con su intervención.
Posteriormente fue Riazanova quien salió un instante para tomar su violín y encarar los dos inviernos, demostrando su habilidad como intérprete, sumado a su ya probada calidad como directora.